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“El zaguán de los besos esquivos” de Franc Murcia vist per Marta Clarós


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El zaguán de los besos esquivos. Gaudiu de la descoberta. Moltes gràcies Marta.

Conocí a  Franc Murcia cuando aún no había publicado su 1ª novela, Anestesia Social. Sin embargo, supe que me hallaba frente a un escritor por la humildad y generosidad con las que la ofrecía, alegremente, como un tesoro propio que mostraba con la inocencia desbordando sus pupilas.


Se trataba entonces de una historia esperanzada y utópica, como corresponde a los amores de juventud, de esas que suelen situarse en nuestros mejores sueños.


Poblaban su mundo onírico unos valores que profesaban -como una fe- los protagonistas, con una integridad tan inusual como lo es el curioso ingrediente, para hallarse en esta especie de cuento romántico, de la denuncia, de la crítica social poco o nada velada que se atreve a dibujar un mundo despiadado donde reivindicar la humanidad como el valor por excelencia y la vida, como un legado que hay que merecer y cuidar.


Aparecía incluso en la íntima dedicatoria a su hija mayor, el deseo que inspira todo el libro y que se dirige también hacía tod@s sus lectores: sueña.


Repite, en su nueva incursión en la narrativa de ficción con una novela comprometida, con la amistad, la soledad, las oportunidades… como contrapunto o formas de subsistencia frente a un entorno duro, sombrío donde las condiciones de  escasa humanidad,  diversas formas de crueldad y vergüenza de la sociedad actual son retratadas desde un ojo no neutral para acabar posicionándose a favor del menos favorecido.


Transitan por este escenario tres sexagenarios en un roto de sus vidas, cada uno con la carga de su personal modo de estar en el mundo, de entre los infinitos posibles, y la constatación de que éste no es siempre el lugar justo y consecuente que esperamos, sino muchas veces, lo contrario.


No voy a extenderme demasiado en hablar de estos 3 personajes centrales, elaborados con una exquisita ternura y un alto nivel de psicología, porque esta novela coral encierra también un precioso homenaje a los ‘secundarios’, con un papel tan central como los anteriores.


Así, conocemos a Adela, la difunta esposa de Arturo que retrata a tantas de su género que, en circunstancias similares se hallan atrapadas en una sociedad que las limita y aun así, vive sin renunciar a sus valores y en permanente evolución y crecimiento.

Conocemos también a Cirilo y, en esta resurrección de Roque en la 1ª novela, se nos presenta un trovador superviviente, contra todo pronóstico y en continua resistencia al sistema.


Y conocemos al grupo de teatro, que en un muy cinematográfico homenaje a la ‘bohemia’, sobreviven también de forma anacrónica y resistente, ofreciendo humor y alternativas.


Son estos los contra-protagonistas, los antihéroes, quienes con sutiles trazos, dibujan lo invisible, lo que suele pasar por alto, lo desdibujado. Porque el autor se para en los detalles y fija una mirada intencionada para rescatar y consagrar a los olvidados en la cada vez mayor margen donde se relega a aquellos que cruzan apenas una delgada línea, el cortante filo de la navaja.


El evidente homenaje a la figura de Don Quijote, además del referente literario, delata la apuesta por una actitud ‘quijotesca’ y un idealismo quizá poco habitual, como prácticamente en desuso se hallan los curiosos vocablos con los que hace hablar a algunos personajes, cuya jovialidad hace los pasajes prácticamente cómicos. Hasta el título muestra su interés en el empleo del lenguaje con una inusual riqueza, con un registro poco convencional pero cargado de encanto, el de las palabras olvidadas que el autor se encarga, como a los olvidados, de rescatar.


El brindis o la invitación a la lectura no acaban aquí sino que se mantienen a lo largo de muchos otros detalles e historias, como la del profesor de literatura, Antonio y su peculiar modelo pedagógico y las referencias veladas a otras novelas, además de la evidente del Quijote, durante otros pasajes. No me resisto a leer apenas unas frases que, creo, contienen la muestra de tanto amor y satisfacción ofrecida según el autor y sus personajes, por el mundo de los libros:

(pág. 36): “Registró la mesilla de noche de Adela, (…) sobre una lectura.”


Así que, me queda poco más que agradecer al autor su oficio, que ejerce desde la humildad de que no le dará de comer, pero que, sin embargo, alimenta otras tantas hambres y ansias tanto o más necesarias que las de mera subsistencia. Franc Murcia, escritor. Gracias por tus novelas y por esa invitación continua que, en mi opinión, completa al citado ‘sueña’ que ya aconsejaste a tu hija y a tod@s tus lectores y no es otra que ‘lee.’

Así lo haremos.

MARTA CLARÓS


MARTA CLARÓS GIMENO

De familia numerosa y criada en el barrio popular del Poble Nou barcelonés, sus inquietudes sociales la llevan a descartar su vocación de periodista y a diplomarse como Graduada Social por la Universidad de Barcelona, profesión que ejercerá antes de obtener plaza como administrativa en una universidad pública catalana. Relegada a la intimidad, la literatura la dota de alas para remachar sus sueños a la utopía posible y constituye la tabla a la que aferrarse en sus derivas.

Ha publicado con Ediciones Carena su primer poemario Las tardes que no estabas y participado en la Antología Poética Generación Subway II.

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